jueves, 1 de diciembre de 2016

Literatura
La Ilustración fue un movimiento intelectual que provocó que el siglo XVIII fuera conocido como el «Siglo de las Luces». El culto a la razón promovido por los filósofos ilustrados conlleva a un rechazo del dogma religioso, que fue considerado origen de la intolerancia, y una concepción de Dios que pasaba de regir el mundo mediante las leyes naturales a desaparecer en concepciones ateas del universo. Los ilustrados promovieron la investigación de la naturaleza, el desarrollo científico-técnico, la educación y la difusión general de todo tipo de conocimientos. El arte se hizo así más accesible y con menos pretensiones, y la literatura se dirigió a un público más amplio, planteándose como un instrumento social. El aumento del número de lectores, especialmente entre la burguesía, plantea la figura del escritor como un profesional, y la escritura como su fuente principal o secundaria de sustento.
De la novela se pasó al ensayo como género divulgador de ideas por excelencia.
La literatura neoclásica realizó una crítica de las costumbres, incidiendo en la importancia de la educación, el papel de la mujer y los placeres de la vida. Cobró importancia la fábula, relatos o poesías normalmente ejemplificadas con animales, donde se exponen enseñanzas morales. La fábula se caracteriza por ser una composición de carácter didáctico, por la crítica de vicios y costumbres personales o de la sociedad, y por la recurrencia a la prosopopeya o personificación. Es el subgénero que más se adaptó a las preceptivas neoclásicas: una composición sencilla en la que la naturaleza interviene, y que enseña divirtiendo.
La segunda mitad del siglo XVII mostraba ya una poesía neoclásica, dominada por su admiración por la ciencia y los temas filosóficos, o centrada en temas anacreónticos y bucólicos, y marcada en ocasiones por el fabulismo. Destacaron Nicolás Fernández de Moratín, autor de Arte de las putas, prohibida por la Inquisición, que pudo inspirar los Caprichos de Goya; Juan Meléndez Valdés y José Cadalso, de la escuela salmantina; los fabulistas Iriarte y Samaniego en Madrid; en la escuela sevillana destacaron José Marchena, Félix José Reinoso, José María Blanco-White y Alberto Lista.

La prosa hispanoamericana neoclásica
En la  prosa, los fenómenos fueron los siguientes: el surgimiento del periodismo político, social y económico, como medio de difusión de la nueva ideología y revolución. Una preferencia por los ensayos, proclamas, historias y discursos; el nacimiento de la verdadera novela realista hispanoamericana en México José Joaquín Fernández de Lizardi. Un ejemplo de este género son los himnos nacionales escritos en este estilo. Aunque el periodismo fue la actividad literaria más inmediata y directa, la prosa revolucionaria es riquísima en memorias, autobiografías, cartas, discursos, artículos, ensayos, panfletos y traducciones.
Los periódicos y folletos fueron instrumentos esenciales en sus campañas. La difusión de las nuevas ideas, la ilustración y la educación del pueblo en oposición a la cultura restringida y anticuada que había prevalecido en los tiempos coloniales, juntamente con la perfección de la libertad individual por la abolición de todas las formas de esclavitud y servidumbre, se concebían como concomitantes naturales de la libertad nacional.
El teatro
Respeto a las normas clásicas, concretamente respeto a la norma de las tres unidades, no se mezclará lo trágico y lo cómico, sino que se volverá a la distinción clásica de la comedia y la tragedia. Es decir, supone la decadencia de la Tragicomedia. Las obras teatrales neoclásicas no sólo pretenden divertir, sino educar y moralizar, es decir, que de ellas se deduzca algún provecho práctico y que enseñen buenas conductas

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